Por Sandra Peláez (Pasante de CS)
El colectivo Sakil K’inal es una iniciativa de 5 jóvenes tseltales, quienes desde 2017 han llevado a cabo iniciativas en torno a la agricultura que se practica en los traspatios o huertos familiares en la comunidad El Pozo, San Juan Cancuc (México). El colectivo inició sus actividades derivadas de la Universidad Intercultural de Chiapas; sin embargo, debido al compromiso y pasión de sus miembros fundadores por generar un impacto positivo en su comunidad, en 2021 se consolidó como un colectivo juvenil que busca realizar proyectos productivos, de investigación y la sistematización de saberes locales desde y para la comunidad. Los miembros del colectivo tienen como un eje fundamental de su trabajo reconocer que, a pesar de ser miembros de la comunidad en la que realizan sus proyectos, existen dentro de esta distintas realidades y necesidades a ser atendidas, por lo cual sus proyectos siempre consideran las necesidades individuales/familiares de los integrantes de la comunidad.
La agricultura en El Pozo se enfrenta a distintos retos, estos incluyen: el crecimiento poblacional y el incremento del uso del suelo para uso doméstico que reduce la tierra destinada para cultivos. Además, el cambio climático ha impactado negativamente a la actividad productiva agrícola, tanto impactando directamente a los recursos (cambios en la lluvia o cambios en la calidad del suelo) como en la capacidad de trabajo de las personas, ya que comentan que condiciones como el calor hacen que las jornadas de trabajo se acorten debido al cansancio.

Camas para conservar el suelo con materiales recicladas.
Es por ello que el colectivo Sakil K’inal ha llevado a cabo proyectos que atiendan las necesidades de las familias en torno a sus huertos familiares. Con ayuda del fondo KOEF, en 2024 se logró atender las necesidades en torno a las prácticas de conservación del suelo, desde una postura consciente donde se reconoce que cada huerto familiar tiene características únicas, por lo que no se pueden aplicar modelos estandarizados para beneficiarlos. Teniendo esto en cuenta ,llevaron a cabo intervenciones para generar conciencia respecto al valor del suelo y se comunicaron estrategias para su conservación, como la implementación de barreras vivas y muertas y formas de abonar la tierra. Complementando estas dinámicas, se difundieron maneras de elaborar abonos naturales, como es el caso de la lombricomposta o la reutilización de las cáscaras del café en los cultivos.
También se abordaron temas en torno al control de plagas, invitando a pensar la posibilidad de distinguir entre plagas y aliados naturales, la concientización sobre el daño que causa en el suelo el uso de agroquímicos y se comunicaron maneras de control de plagas haciendo uso de recursos locales como el tabaco, la cola de caballo, e incluso, jabón neutro. Y se llevaron a cabo talleres informativos relacionados a la identificación de plantas medicinales y la importancia de la preservación de las semillas nativas como reflejo de la gran diversidad genética de las que comunidades como el Pozo son guardianes, e incluso junto con las infancias y juventudes de la comunidad se logró crear el Catálogo del huerto familiar tseltal El Pozo: una aportación de las familias.

Cabe destacar que en los talleres y espacios que se llevaron a cabo, no solo se impactó a través de la creación de reflexiones y el fortalecimiento de los conocimientos comunitarios. También se les brindaron materiales y herramientas para la aplicación de las técnicas que se mencionaron en el taller. Una por las que están más agradecidos son las mallas que sirven como protectoras de los cultivos de amenazas externas como los pollos o perros quienes se los comen. “wokol la yalik te mach’atik la ya k’ik smakib jmutike sok kawal jts’unubtike soknix te jkatejibtike, ya sta stu’ukik; jujun k’a-al ya xtu-unkunti…/gracias a los quienes nos apoyaron en las herramientas y mallas para proteger nuestros cultivos, para nosotros son de gran utilidad; las herramientas los utilizamos diario para labrar…” (Magdalena, 54 años)
Para el colectivo resulta fundamental la inclusión de todos los miembros de la comunidad, esto incluye a las mujeres quienes se les ha disociado de la actividad agrícola, a pesar de que muchas de ellas, especialmente aquellas quienes por distintos motivos no cuentan con una contraparte masculina en sus hogares han tenido que involucrarse en el campo para realizar actividades de subsistencias. De igual manera, encuentran fundamental la inclusión de los abuelos y abuelas, quienes son guardianes de los saberes comunitarios que son herencia de sus padres y abuelos. Como ejemplo de la participación de las generaciones mayores en el proyecto se crearon espacios para el compartir sus saberes con el resto de la comunidad, especialmente aquellos relacionados con las arvenses (hierbas que crecen en un lugar o momento adecuado, pueden llegar a ser mal llamadas como “hierba mala” en otros contextos) y su papel fundamental en la conservación y diversificación de los huertos familiares.

Arvences y cebollines.
Al respecto, se llevaron a cabo espacios educativos donde se identificaron diferentes arvenses en los huertos que son aprovechables para las familias: comestibles y medicinales. Y se compartieron diversas formas de consumirlas y prepararlas. Estos espacios, además, permitieron generar reflexiones en las personas, y llevaron a pensar en las maneras en que estas plantas y las dietas que llevan los abuelos, a diferencia de las de generaciones nuevas, tienen beneficios en la salud. Siendo ejemplo de cómo la preservación de los conocimientos comunitarios pueden beneficiar a las nuevas generaciones y el impacto que tiene la preservación correcta del medio ambiente en el cuerpo.
Proyectos como este no solo buscan alcanzar una soberanía alimentaria dentro de sus comunidades a través de la mejora de condiciones para la producción agrícola, la preservación de semillas y plantas, sino que también buscan facilitar la agricultura como un modo de subsistencia para los locales. Si no también, impacta la manera en la que conectan con sus ancestros y los conocimientos que les han heredado, fortalece el tejido social desde una perspectiva intergeneracional donde se les considera como agentes esenciales a cada uno de los miembros desde las infancias hasta los abuelos, y busca de descentralizar la actividad agrícola del género masculino, tomando en cuenta la participación activa que tienen muchas mujeres en sus huertos. Sobre todo, ha llevado a repensar la forma en la que se relacionan con la tierra y con los alimentos que consumen, e invita a todos aquellos que conocen su testimonio a reflexionar al respecto.
En 2024, el Colectivo Sakil K'inal recibió una subvención del Fondo Guardianes de la Tierra para continuar su labor de reacondicionamiento del huerto familiar como estrategia para contribuir a la autosuficiencia alimentaria de las familias y combatir los efectos del cambio climático en su comunidad. El trabajo incluyó intercambio de conocimientos, mejoras en las parcelas y capacitación en técnicas de conservación del suelo, control natural de plagas y la preparación de fertilizantes naturales con materiales disponibles localmente.
Foto superior: Compartiendo las primeras cosechas.