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Conoce a nuestra nueva Directora de Defensa y Comunicación: Alicia Moncada

Cultural Survival da la bienvenida a Alicia Moncada (Wayuu), quien se une como nuestra nueva Directora de Defensa y Comunicación. Cuenta con más de 13 años de experiencia en defensa, investigación y comunicación en materia de derechos humanos, con un enfoque en los derechos de los Pueblos Indígenas, así como en la justicia de género y climática.

Moncada nació en Venezuela, buscó refugio en México y actualmente reside en Londres, Inglaterra. Su formación académica incluye grados en Derecho y Derechos de las Mujeres, además de una especialización en Derecho Internacional de los Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario.

Su trayectoria profesional incluye la investigación de violaciones de derechos humanos contra los Pueblos Indígenas en la cuenca amazónica, la docencia en la Universidad Central de Venezuela y el trabajo como Coordinadora de Investigación y Medios en la Fundación para la Justicia y el Estado de Derecho, donde se enfocó en políticas migratorias.

En Amnistía Internacional, fue investigadora de Derechos Económicos, Sociales, Culturales y Ambientales en la sección venezolana y, posteriormente, se convirtió en la primera Investigadora de Justicia Climática y Responsable del Programa de Justicia Climática para las Américas, liderando la estrategia regional de la organización en materia de justicia climática.

Shaldon Ferris (Khoi/San), Coordinador de Radio de Derechos Indígenas, conversó con Moncada sobre su extensa labor.
 

Shaldon Ferris: Por favor, cuéntanos sobre ti. ¿Cómo llegaste a trabajar en el campo de los derechos humanos?

Alicia Moncada: Vivía en Venezuela hasta 2019, cuando obtuve la condición de refugiada en México. Crecí en el lado venezolano del territorio Wayuu. Me siento profundamente honrada de haber tenido la oportunidad de vivir con mis abuelos, mi madre y mi familia, de aprender a hablar mi lengua materna, el wayuunaiki, y de aprender distintas habilidades de nuestra cultura que han sido muy útiles en mi vida. Vengo de una familia dedicada al comercio y la construcción: mi abuelo era comerciante y obrero de la construcción, y mi hermano también es obrero y pescador.

En mi juventud, no sabía qué eran los derechos humanos. Esos temas estaban desconectados de nuestra realidad cotidiana. Mi familia no tenía conocimiento sobre lo que eran los derechos humanos. Aunque mi familia es Indígena, esas cuestiones parecían asuntos de la política nacional más que algo fundamental para nuestras vidas. Como mujer joven, mi único sueño era convertirme en profesora universitaria en la Universidad Central de Venezuela, la universidad pública más prestigiosa del país. Logré ingresar en 2004 después de pasar por un proceso de selección riguroso y muy competitivo. Fui la primera en la familia de mi madre en obtener un título universitario.

En 2009, me incorporé al Centro de Estudios de la Mujer de la Universidad Central de Venezuela, y ese fue mi primer verdadero hogar en el entendimiento de los derechos humanos, especialmente los derechos de las mujeres. Ahí comencé a construir mi carrera profesional en el ámbito de los derechos humanos. Participé en sus diplomados pioneros y me convertí en la primera mujer Indígena en completar su diplomado en estudios de género. Ese espacio se convirtió en mi hogar intelectual y político.

A través de este activismo en la universidad, me involucré profundamente en aprender, documentar y ayudar a crear conciencia sobre el caso de Sabino Romero, un activista Indígena Yukpa de la Sierra del Perijá que fue asesinado en 2013 por agentes del Estado. Cuando comencé a aprender sobre el caso de Sabino, él estaba vivo, luchando y trabajando para demarcar sus territorios. Fue entonces cuando realmente comprendí nuestros derechos como pueblos Indígenas. La lucha de Sabino me abrió los ojos sobre lo que realmente significaban nuestros derechos.

 

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SF: Cuentas con años de experiencia en la transformación de narrativas y políticas públicas para promover los derechos de los pueblos Indígenas. ¿Podrías hablarnos de tu investigación en la cuenca del Amazonas, en particular de tu especialización en justicia climática y de género, así como del impacto de tus hallazgos?

AM: He dedicado más de 13 años a documentar violaciones de derechos humanos contra Pueblos Indígenas, pero también contra personas migrantes y refugiadas. Comencé a documentar formalmente como profesional en la Defensoría del Pueblo de Venezuela en 2011, que es esencialmente el sistema nacional encargado de los derechos humanos. Empecé registrando violaciones a los derechos de los Pueblos Indígenas en la selva amazónica, en las fronteras con Colombia y Brasil, documentando los impactos del extractivismo en los territorios Indígenas que están siendo devastados. 

Trabajé junto a organizaciones de mujeres Indígenas amazónicas y con organizaciones Indígenas afectadas por la minería ilegal en sus territorios. Esa experiencia fue fundamental para comprender la diversidad de violaciones que enfrentan los Pueblos Indígenas.

Pasé un total de siete años trabajando en proyectos en toda la cuenca amazónica, con excepción de Bolivia. Tuve la oportunidad de conocer la realidad de los pueblos Indígenas en Brasil, Venezuela, Colombia, Ecuador y Perú, documentando violaciones de derechos humanos. Mi trabajo en la Amazonia fue decisivo para mi formación; durante esos años realicé investigaciones académicas y reportes de incidencia.

Aprendí mucho sobre la redacción de informes de incidencia cuando trabajé en la sección venezolana de Amnistía Internacional en 2017. Fue entonces cuando empecé a trabajar en el sector de las ONG y comprendí la diferencia entre los informes que producíamos en las organizaciones Indígenas para documentar violaciones de derechos y los documentos que elaborábamos en el ámbito académico, así como la diferencia entre esos productos y los que pueden elaborarse para la incidencia internacional.

Después de eso, trabajé para la Fundación para la Justicia, con sede en México, y para la Oficina Regional de Amnistía Internacional para las Américas. También realicé la documentación de violaciones contra personas migrantes, pueblos Indígenas y comunidades amazónicas en Ecuador, documentando derechos relacionados con el cambio climático. A lo largo de estos trece años, he acumulado una amplia experiencia en investigación de campo.

 

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SF: ¿De qué manera tu labor en la emisora Indígena Radio Guarura consolidó tu compromiso con la comunicación comunitaria en espacios cívicos desafiantes?

AM: Radio Guarura fue un proyecto que creamos junto con Wainjirawa, una organización Indígena en Venezuela. La mayoría de los miembros son Wauyuu, pero también mi querido amigo Juan Carlos La Rosa (Caquetí) y José Quintero Weir (Añú), que es una persona mayor muy sabia, fueron miembros fundamentales de esta organización. Diseñamos ese programa radial para una emisora pirata o alternativa llamada Humano Derecho Radio. El espacio cívico venezolano ha estado muy limitado, y durante varios años las y los líderes han sido perseguidos y criminalizados. Es un contexto muy difícil para trabajar. La radio surgió precisamente por la falta de espacios donde poder compartir lo que estaba ocurriendo en Venezuela. Entre 2017 y 2019 pusimos en marcha este proyecto. Trabajar en un contexto donde el Estado restringe activamente las voces Indígenas y las de las personas defensoras de derechos humanos me enseñó que la comunicación es una forma de resistencia. Es notable que Radio Guarura continúe su labor a pesar del entorno profundamente hostil que vive Venezuela respecto a la libertad de expresión, incluso hoy.

A través de la radio comunitaria, buscamos mantener viva la narrativa y preservar los vínculos con los territorios vulnerables que han sido profundamente afectados por la emergencia humanitaria venezolana. Radio Guarura nos demostró que, incluso en los espacios más restrictivos, los pueblos Indígenas encuentran maneras de decir la verdad frente al poder. Recuerdo un programa que generó una fuerte reacción en términos de vigilancia gubernamental, relacionado con la Masacre de Kumarakapay en 2019, la cual documenté personalmente. Esta situación, junto con otras vinculadas a mi labor como defensora de derechos humanos, contribuyó finalmente a mi exilio de Venezuela y a que solicitara refugio en México.

Estoy convencida de que la comunicación estratégica arraigada en las prioridades comunitarias es absolutamente irrenunciable en nuestra lucha como pueblos Indígenas y en la defensa de nuestros derechos.
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SF: ¿Cuáles fueron algunos de los principales hallazgos de tu investigación sobre el impacto de las políticas migratorias en los derechos humanos durante tu estancia en la Fundación para la Justicia y el Estado de Derecho?

AM: La Fundación para la Justicia y el Estado de Derecho es una organización regional que trabaja mediante la litigación estratégica para proteger los derechos de las personas migrantes y refugiadas. Yo era su responsable de investigación y comunicación.

La investigación que realizamos reveló cómo las políticas de migración forzada, como el programa “Quédate en México”, criminalizaban a las personas refugiadas y solicitantes de asilo, en especial a las comunidades Indígenas y afrodescendientes que huían de amenazas contra su vida y de numerosas violaciones de derechos humanos en sus países. Esta política se implementó en 2019 y la militarización de la política migratoria se intensificó durante el gobierno de López Obrador con la creación de la Guardia Nacional y su despliegue para hacer cumplir dichas políticas. Esto generó una cascada de violaciones de derechos humanos, que documenté a través de varios productos, incluidos informes publicados entre 2019 y 2022, como “Bajo la bota. Militarización de la política migratoria en México”. Documentamos los impactos humanos reales de estas políticas.

Estamos viendo estas políticas en su expresión más extrema en Estados Unidos: familias separadas, personas migrantes Indígenas y afrodescendientes enfrentando violencia y explotación. El racismo cruel y la xenofobia están profundamente araigados en estas políticas migratorias, al igual que en las que se documentan en México. He estado documentando esta situación desde 2019 y continúo haciéndolo hoy, ya que el problema persiste.

Estas políticas en México han estado impulsadas principalmente por las exigencias del gobierno de Estados Unidos en cada momento. La Fundación para la Justicia y el Estado de Derecho, fundada por Ana Lorena Delgadillo, integrante del Grupo de Trabajo de la ONU sobre Desapariciones Forzadas o Involuntarias, buscaba crear conciencia y documentar esta violencia para promover litigios en defensa de las personas migrantes y solicitantes de asilo en México, Guatemala, El Salvador y Honduras.
 

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SF: Como primera Investigadora de Justicia Climática y Responsable del Programa de Justicia Climática para las Américas en Amnistía Internacional, ¿cuáles fueron las estrategias más importantes que diseñaste para amplificar las voces Indígenas en la justicia climática?

AM: Estoy increíblemente orgullosa de la primera estrategia de justicia climática para las Américas de Amnistía Internacional. Creo que hicimos un trabajo extraordinario al posicionar los derechos de los Pueblos Indígenas como un pilar fundamental de esa estrategia, en lugar de tratarlos como algo periférico o presentar a los Pueblos Indígenas solo como beneficiarios.

Durante mi tiempo en la Oficina Regional de Amnistía para las Américas, trabajé junto a comunidades Indígenas y amazónicas en la Amazonia ecuatoriana, documentando violaciones de derechos humanos relacionadas con la quema de gas, una de las prácticas más dañinas de la industria petrolera. Fui autora de uno de los informes sobre el caso de nueve niñas de la Amazonia ecuatoriana que interpusieron una acción de protección contra la quema de gas en sus territorios. Trabajé con ilustradores para crear narrativas visuales accesibles: desarrollamos un cómic, un manga, con un estilo inspirado en el K-pop, para sensibilizar sobre el caso.

También colaboramos con artistas e influencers comprometidos con la justicia ambiental, creando materiales en múltiples idiomas. Mi tiempo en Amnistía fue un período de centrar las voces y la creatividad de los pueblos Indígenas y de la juventud, desarrollando productos que resonaran a nivel global.


SF: Has dicho: “Las victorias que hemos logrado en los espacios internacionales están bajo amenaza constante.” ¿Cuáles son esas amenazas y cómo planeas enfrentarlas en tu nuevo cargo como Directora de Defensa y Comunicación de Cultural Survival?

AM: Las amenazas contra los derechos humanos en este momento son reales y multifacéticas. Enfrentamos regímenes autoritarios que criminalizan a las personas defensoras de derechos humanos, a la disidencia Indígena, y a las personas defensoras de los derechos Indígenas y de la naturaleza. También nos enfrentamos a una reducción de recursos destinados a los espacios y organizaciones, especialmente a las organizaciones Indígenas.

Nos desafían además narrativas poderosas que minimizan nuestros logros en materia de derechos y la importancia misma de los derechos humanos. Este es un momento en el que debemos ser valientes y confrontar al poder, diciéndole la verdad de frente. Cultural Survival me brinda la plataforma para ponerme al servicio de la lucha contra estas amenazas de manera directa.
 

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SF: ¿Cómo imaginas fortalecer el liderazgo Indígena en los espacios de toma de decisiones dentro de Cultural Survival?

AM: En este cargo, estoy comprometida con crear un espacio y una estrategia que posicionen el liderazgo Indígena para documentar amenazas y amplificar las voces de los movimientos, tal como Cultural Survival lo ha hecho durante tanto tiempo. Mi contribución será garantizar que la incidencia internacional se centre en los Pueblos Indígenas y los proteja como los verdaderos expertos y tomadores de decisiones en sus propias luchas y procesos de liberación. Esta es mi visión central. Estoy comprometida a asegurar que nuestro trabajo de defensa y comunicación nunca sea extractivista; en mi opinión, debe ser liderado, diseñado y beneficiar directamente a las comunidades Indígenas.

Quiero crear espacios donde los pueblos Indígenas definan su propia narrativa, en lugar de que otros la determinen por ellos. En cada producto, cada campaña, mi compromiso es mantener la esencia de Cultural Survival: co-crear estos productos junto a las comunidades, no sobre ellas.

Mi valor añadido será utilizar mis recursos, conocimientos y plataformas estratégicas para elevar los movimientos y organizaciones Indígenas que Cultural Survival apoya, así como a aquellas que puedan beneficiarse de nuestro acompañamiento, en su lucha contra las narrativas que proliferan hoy en día contra los derechos de los Pueblos Indígenas, la Naturaleza y la justicia climática. Así es como alcanzamos poder: colocando en el centro a las personas que enfrentan y sufren las violaciones.